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LA CRISTOLOGÍA DE ELENA G. DE WHITE— Parte I.
Ellen G. White desempeñó un importante papel durante la formación de las creencias fundamentales de la Iglesia Adventista. Ella fue la primer líder y realmente la única que, anteriormente a 1888, se expresó por escrito sobre la posición de la naturaleza humana de Jesús, la cual fue finalmente adoptada por toda la joven comunidad.
Después de sus primeras declaraciones sobre el asunto, en 1858, Ellen continuó a expresar sus pensamientos concernientes al tema con creciente claridad, en artículos publicados en la Review and Herald, y más tarde en sus libros. En 1874, una serie de artículos tratando de la tentación de Cristo presentó la esencia de su Cristología.[1] En 1888, en la sesión de la Conferencia General de Mineápolis, donde Ellet J. Waggoner hizo de la divinidad y de la humanidad de Cristo el fundamento de la justificación por la fe, todos los elementos de su Cristología habían ya sido expresados en los escritos de Ellen White.
La persona y la obra de Jesús fueron siempre el centro de interés de Ellen White. “La humanidad del Hijo de Dios” era todo para ella. Ella la llamaba “la cadena de oro que liga nuestras almas a Cristo, y a través de Cristo a Dios”.[2] Ese asunto es el ámago de sus escritos, hasta su muerte en 1915. Apenas seis meses antes de dejar caer la pluma, ella escribió: “Él [Cristo] se hizo de ninguna reputación, tomó sobre Si la forma de siervo, y hecho en semejanza de carne de pecado... Inmaculado y exaltado por naturaleza, el Hijo de Dios consintió en tomar las vestiduras de la humanidad, para volverse uno con la raza caída. El Verbo Eterno permitió volverse carne. Dios se hizo hombre”.[3]
Infelizmente, Ellen White nunca trató el asunto como un todo y de modo sistemático. Esa es una fuente de dificultad. Entre sus 120.000 páginas manuscritas [4], las declaraciones sobre la naturaleza humana de Jesús se cuentan por centenas. Fuera de eso, dependiendo de las circunstancias y del punto específico en consideración, los mismos conceptos son algunas veces tratados de modo tan diferente, que pueden parecer contradictorios. Por esa razón, es importante colocar las declaraciones en su debido contexto, y evitar la tentación de fiarnos en afirmaciones aisladas, pues eso es pre-requisito fundamental de una exégesis idónea. Nos esforzaremos en seguir esas reglas en la siguiente síntesis de la Cristología de Ellen G. White.
La Humanidad de Jesús.
Como vimos, Ellen White atestaba convictamente la divinidad de Cristo. Ella es enfática sobre ese punto. Sin embargo, habla de la humanidad de Cristo con la misma convicción. No hay cualquier trazo de docetismo en sus escritos.
*(El docetismo era una enseñanza ligada a los gnósticos, afirmando que Jesús no poseía realmente un cuerpo humano; que apenas pareció haber muerto en la cruz)
El triunfo del plan de la salvación dependía enteramente de la encarnación, del Verbo hecho carne, y del Hijo de Dios revestido de la humanidad.
“Cristo no aparentó tomar la naturaleza humana; Él realmente la asumió. Jesús, en realidad, poseía la naturaleza humana. ‘Por lo tanto, como los hijos son participantes comunes de carne y sangre, también Él semejantemente participó de las mismas cosas...’ (Heb. 2:14). Él era el hijo de María; Él era la simiente de David, conforme la descendencia humana. Se declara ser Él un hombre, el Hombre Cristo Jesús”.[5]
Ellen White acentúa la humana realidad de Jesús: “Él no tenía una mera semejanza de un cuerpo; Jesús tomó la naturaleza humana, participando de la vida de la humanidad”.[6] “Él voluntariamente asumió la naturaleza humana. Hizo eso por Su propia iniciativa y consentimiento.”[7] “Él vino como un desamparado bebé, poseyendo la misma humanidad que nosotros”.[8]
No satisfecha con declarar su opinión de manera general, Ellen no dudó en especificar: “Cuando Jesús tomó la naturaleza humana y asumió la forma de hombre, poseía un organismo humano completo”.[9] “Sus facultades fueron reducidas al propio nivel de las débiles facultades del hombre”.[10] Aun cuando Cristo haya asumido la naturaleza humana con “los resultados de la operación de la gran ley de la herencia”, todavía “estaba libre de cualquier deformidad física”.[11] “Su estructura física no estaba manchada por cualquier defecto; Su cuerpo era fuerte y saludable. Y a través de toda Su vida, Él vivió en conformidad con las leyes de la naturaleza. Tanto física bien como espiritualmente, Él fue un ejemplo de lo que Dios desea que toda la humanidad sea por medio de la obediencia a Sus leyes”.[12]
Repetidamente Ellen White explica que “si no hubiese Cristo sido plenamente humano, no podría haber sido nuestro substituto”.[13] Sobre ese punto en particular, no hay cualquier divergencia entre los teólogos adventistas. Los puntos de vista difieren, más apenas con respecto a la especie de naturaleza humana con la cual Cristo fue revestido.
¿Era ella la de Adán antes o después de la caída?
¿La Naturaleza de Adán Antes o Después de la Caída?
Esa es realmente una cuestión preeminente. Los proponentes de las dos interpretaciones discordan vigorosamente desde 1950. Es sorprendente que la cuestión debiese surgir al final Obviamente, nadie insinuaría que Adán antes de la caída tenía una carne “en semejanza de carne de pecado”, como el apóstol Pablo dice que Cristo poseía. (Rom. 8:3).
Ellen White compara la naturaleza y posición de Adán antes de la caída, y la naturaleza y posición de Jesús después de millares de años de pecado: “Adán fue tentado por el enemigo y cayó. No fue el pecado interior que lo hizo ceder, pues Dios lo hizo puro y justo, a Su propia imagen. Él era inmaculado como los ángeles delante del trono.
No había en él cualesquier principios corruptos ni tendencias para el mal. Pero, cuando Cristo fue a enfrentar las tentaciones de Satanás, portaba la semejanza de la carne de pecado”.[14]
En su libro El Deseado de Todas las Gentes, Ellen White muchas veces contrasta la naturaleza y la situación de Adán y Jesús: “Habría sido una casi infinita humillación para el Hijo de Dios tomar la naturaleza humana, aun cuando Adán permanecía en su inocencia en el Edén. Pero Jesús aceptó la humanidad cuando la raza estaba debilitada por cuatro mil años de pecado. Como cada hijo de Adán, Él aceptó los resultados de la operación de la gran ley de la herencia. Lo que fueron esos resultados está mostrado en la historia de Sus ancestrales terrenos. Él vino con tal herencia para compartir nuestros dolores y tentaciones, y darnos el ejemplo de una vida sin pecado”.[15]
Y nuevamente: “Cristo debía redimir, en nuestra humanidad, la falla de Adán. Cuando este fue vencido por el tentador, entretanto, no tenía sobre si ninguno de los efectos del pecado. Se encontraba en la pujanza de la perfecta varonilidad, poseyendo el pleno vigor de la mente y del cuerpo. Se encontraba circundado de las glorias del Edén, y en comunicación diaria con seres celestiales. No fue así cuanto a Jesús, cuando penetró en el desierto para medirse con Satanás. Por cuatro mil años había estado la raza a decrecer en fuerzas físicas, vigor mental y moral; y Cristo tomó sobre Si las debilidades de la humanidad degenerada. Únicamente así podía salvar al hombre de las profundidades de su degradación”.[16]
Finalmente, Ellen White deja poca duda acerca de su posición referente a la naturaleza póst-caída de Cristo, en su declaración de 1874: “La gran obra de la redención podía ser efectuada apenas por el Redentor tomando el lugar del caído Adán”.[17] Una afirmación hecha en 1901 tocó en el mismo punto: “La naturaleza de Dios, cuya ley había sido transgredida, y la naturaleza de Adán, el transgresor, se unieron en Jesús, el Hijo de Dios y el Hijo del hombre”.[18] Sin embargo, ella califica eso en una declaración hecha en 1890: “No debemos pensar que la posibilidad de Cristo ceder a las tentaciones de Satanás degradó Su humanidad, y que el poseía las mismas pecaminosas y corruptas propensiones como el hombre. La naturaleza divina, combinada con la humana, lo hizo susceptible de ceder a las tentaciones de Satanás. Aquí la prueba de Cristo era tanto mayor que la de Adán y Eva, pues Él tomó nuestra naturaleza, caída, pero no corrompida”.[19]
En todos los escritos de Ellen White no hay una simple referencia que identifique la naturaleza humana de Cristo con la de Adán antes de la caída. Contrariamente, sobran declaraciones afirmando que Jesús tomó la naturaleza de Adán después de 4000 años de pecado y degeneración. En otras palabras, Él se revistió de nuestra carne en estado caída; o, tomando prestada la expresión de Pablo, “en semejanza de carne de pecado”.
Notas y referencias:
1. Ellen G. White – Mensajes Selectos, vol. 1, págs. 242-289.
2. Idem, pág. 244.
3. ___, en Signs of the Times, 5 de Enero de 1915.
4. Cuando Ellen White falleció, en 1915, sus obras incluían 24 libros publicados y traducidos en va-rios idiomas, con dos otros prontos para publicación, 4600 artículos y numerosos panfletos sobre varios asuntos, y cerca de 45.000 páginas manuscritas. Desde su muerte, muchos libros fueron publicados en forma de compilaciones.
5. ___, en Review and Herald, 5 de Abril de 1906, citado en Mensajes Selectos, vol. 1, pág. 247.
6. Carta 97 de Ellen G. White, 1898.
7. E. G. White, en Review and Herald, 5 de Julio de 1887.
8. Manuscrito 210 de Ellen G. White, 1895.
9. Carta 32 de Ellen G. White, 1899. Citada en The Seventh-Day Adventist Bible Commentary, Co-mentarios de E.G.White, vol. 5, pág. 1130. Pág. 33
10. Ellen G. White, en Review and Herald, 11 de Diciembre de 1888.
11. ___, El Deseado de Todas las Gentes, págs. 49-50.
12. Idem, págs. 50-51.
13. ___, en Signs of the Times, 17 de Junio de 1897.
14. Idem, 17 de Octubre de 1900.
15. ___, El Deseado de Todas las Gentes, pág. 49.
16. Idem, pág. 117. Esa comparación ya había sido hecha en Review and Herald, 28 de Julio de 1874. Ver Mensajes Selectos, vol. 1, págs. 267, 268.
17. ___, en Review and Herald, 24 de Febrero de 1874 (itálicos suplidos).
18. Manuscrito 141 de E. G. White, 1901. Citado en Seventh-day Adventist Bible Commentary, Comentarios de E. G. White, vol. 7, pág. 926 (itálicos suplidos).
19. Manuscrito 57 de E. G. White, 1890 (itálicos suplidos)
Extraido del libro: TOCADO POR NUESTROS SENTIMIENTOS.